domingo, 28 de febrero de 2010

Time.

Corres y corres para alcanzar el Sol, persiguiendo su ardiente magnificencia hacia el ocaso. Brillante estrella en el cielo, tus pasos devoran el asfalto, la hierba, la arena del camino. Una cacería de fantasmas, sabes que nunca podrás arañarlo pero tu empeño crece segundo a segundo, la razón no te detendrá. Tu corazón bombeando triplicando su capacidad, los jadeos permanentes en tus pulmones y lacerantes heridas en las plantas de los pies. Mantienes tu mente en la carrera, las líneas del mundo se desdibujan a tu alrededor y todo carece de importancia, tu flaqueza contenida tras un enorme muro de propósitos toma fuerzas de tu propia determinación enfermiza. Una única y obsesiva fijación: el Sol.
La refulgente esfera avanzando siempre por delante de tí, siempre. Aumentas la velocidad al borde del colpaso en un último y apoteósico esfuerzo, en vano. Tus músculos ceden, hebra por hebra, la sangre como ácido hace reventar todos tus vasos sanguíneos, uno por uno, el calor abrasador de la incalcanzable esfera derrite tu ser, poco a poco. Te has convertido en un magma acorporeo e incandescente, caes de rodillas al suelo, fulminado, extasiado y desfallecido. Alzas la vista en su busca, clamando compasión, el cielo está vacío. El Sol se está elevando por detrás de ti haciéndote encarar las tinieblas, riéndose socarronamente de tí.
Finalmente, lo único que te queda son esas terribles quemaduras en tu espalda.

Ya no te queda tiempo... se ha evaporado.




Female.

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