jueves, 25 de febrero de 2010

Galletas, limonada y gnomos de jardín.

Marina es una chica llena de manías, entre ellas la más destacable es la curiosa constumbre que tiene de llevar siempre la ropa empapada. No es que Marina quiera vivir siempre constipada o que siempre tenga demasiada prisa como para esperar a que seque su ropa, nada de eso. Desde que era niña, Marina siempre soñó con encontrar el amor y ella sabía exactamente cómo tendría que ser ese encuentro: ambos debían de llevar la ropa empapada ( no es necesario aclarar que los planos de besos empapados siempre tienen un hermoso dramatismo cinematográfico) Ella quería que fuese como una captura en sepia que almacenar en su álbum de recuerdos,una foto mental que poder enseñarles a sus nietos cuando fuese una anciana, el fotograma de un clásico del Hollywood de oro. Como nadie puede saber dónde y cúando encontrará el amor, Marina había decidido llevar siempre la ropa mojada, de esta forma siempre estaría preparada para el encuentro. Sería la forma en la que ambos se reconocerían, al igual que ella buscaba hombres con la ropa calada, Marina sabía que su partenaire también andaría buscando mujeres con las vestimentas mojadas. Una lógica tan sencilla para Marina que no admitía la réplica de sus amigos, que siempre la andaban recriminando tratando de sacarla de sus fantasias.
Una ajetreada mañana de un domingo estival, mientras el Sol brillaba en lo alto del cielo, Marina paseaba por la calle con su bonito vestido rojo y húmedo. Vió a lo lejos un atractivo chico con la mirada oteante como si buscase algo o a alguien. Marina advirtió que su ropa estaba empapada, como si llevase horas corriendo bajo la lluvia. "Es él- se dijo- tiene que ser él", y caminó decidida en su busca, sonriente y eufórica, imaginando en su cabeza cada una de las frases que él le diría. Casi podía percibir su voz recitándole la declaración que tantas veces había recreado: "He de decirte, sin pretensiones ni esperanzas, que te quiero". Cúanto más se acercaba a él, más claro lo veía todo, ¡le había encontrado! Marina creció sobre sus sandalias rojas de tacón y caminó exultante hacia el chico empapado contoneándose hermosa y radiante. Marina desfiló por delante del joven que la escaneó detenidamente y le dirigió una sonrisa. "Está hecho- pensó- ahora me lo dirá..." Pero antes de que Marina pudiese despertar de sus pensamientos, el chico giró la cabeza y Marina reparó en ella, una muchacha menuda y bonita que sostenía un trapo entre las manos con el que frotaba dulce y enérgicamente la camiseta del chico. Ambos se miraban tiernamente y la linda muchachita del trapo se puso de puntillas y besó a su hombre empapado. Decepcionada y abatida se dio la vuelta sobre sus sandalias escarlatas y se alejó. ¿Cómo podía haber sido tan ingénua? ¿Cómo podía haber puesto tanta ilusión en un desconocido que simplemente estaba mojado? "Quizás el chico tenga razón, es una tontería buscar otro hombre empapado.De nuestro abrazo lo único que podríamos obtener sería una pulmonía-divagaba Marina-Debería empezar a buscar un chico con una gamuza para secarme, que me cuide y me quite toda esta humedad de encima, ¡eso es exactamente lo que necesito!"-afirmó resuelta. Justo cuando Marina empezaba a darse por vencida una impredecible tormenta de verano estalló de pronto disipando todas sus dudas: quizás era una estupidez llevar siempre la ropa mojada, quizás lo que le convenía era un hombre-secadora y no otro imbecil constipado... quizás... quizás... Pero cada vez que cerraba los ojos y susurraba la palabra "amor" Marina solo podía imaginar aquel beso de dos seres empapados y fantasiosos en color sepia. Pusos sus ojos en el lluvioso cielo azul intenso y se sonrió.

Marina siguió vistiendo siempre ropa húmeda y buscando en cada esquina al chico de la camisa mojada. No sé si algún día llegó a encontrarle... ni si él la encontró a ella.



Y sentada en medio de la acera yo me lamento: ¡Cuánto daño ha hecho Amélie!





Female

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