viernes, 19 de febrero de 2010

Diá-locos.

Que sí, que venga, que vale... que todos somos muy felices. Sí, ya, claro, que el problema es sólo mío. Pues, ¿sabeis qué? ¡No me lo creo!



Lo admito me he vuelto una escéptica obligada, no soy más que la sombra de la ilusión que antes era, pero sería aún más idiota de lo que soy si siguiese creyendo vuestros absurdos cuentos de hadas y perdices devoradas. Miro vuestras sonrisas y pienso, repienso y sigo pensando en que no son más que máscaras funerarias. La mía luce aún más que la muestra, últimamente me siento bien, cinismo reconfortante y ninfulez pecaminosa. ¡Oh! Sí, ya... ¡lo sé! No debería. Al menos ya no me arrastro llorando por las esquinas como un alma en pena enamorada de un viento que se empeña en soplar en la dirección opuesta. ¡¿Quereis dejar de mirarme con esa cara?! No quiero que nadie sienta lástima de mi, ¡oh, pobrecita le han roto el corazón y ahoga las penas bebiendo! Mis errores, mis consecuencias. No necesito que nadie venga a ofrecerme miguitas de pan y pegamento, si me pierdo por el camino, ya me encontraré. Bien, es obvio, me siento divida. En mi interior el mar y la montaña pelean por el dominio de mi cuerpo. La montaña juega a la seducción indiferente, a la indepencia. Cuando el mar toma ventaja recaigo y ligeramente vuelvo a lamer tus costas. ¿Orgullo o masoquismo? ¡Hagan sus apuestas! ¡Cállate, es mi turno, ahora hablo yo! ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Veamos... voy a ponerte un ejemplo práctico y sencillo para que lo entiendas: pongamos un carro cargado de tesoros brillantes y bonitos, repleto de ellos; ambos hemos hecho el pacto mudo de tirar del carro para poder repartirnos el botín cuando lleguemos a nuestro destino. Tú dejas de tirar porque te lo has pensado mejor, esos tesoros no son nada para tí, en realidad nunca lo fueron, así que es lógico y comprensible que dejes de hacer un esfuerzo que no te reportará beneficio alguno, que te es indiferente. Pero, ¿qué hago yo? Yo sigo viendo el oro y estremeciéndome de pies a cabeza ante su mera mención ¿Seguir tirando o desistir? ¿Compensa el botín posible todo el esfuerzo del camino? ¡En fin, no era tan buen ejemplo!

Necesito dormir sin soñar. Necesito reir sin llorar. Necesito jugar sin normas. ¿Te parece mucho pedir? ¡No hables! Son solo preguntas retóricas.... Vuelvo a divagar, ¿verdad?

Desde un principio lo que quería decir es muy sencillo: ¿Sois felices? Me alegro por vosotros, ¡yo no! Dejad que lo intente a mi manera, no me miréis con ternura en los ojos, ¡dulce ovejita descarriada! Queredme u odiadme pero nada de compasión. Después de apretar el gatillo y contemplar el cadaver, ¿lloras? ¡Habertelo pensado dos veces! Estoy viva, soy un ser humano y probablemente tenga un transtorno psicológico, ¿sigo pareciéndote tan divertida?


He vuelto a perderme en un laberinto mental que yo misma he trazado. Ya ni siquiera recuerdo qué es lo que venía a decirte... ¡mierda! ¿me das una calada?


Quiero mirarte a los ojos hasta que te sientas incómodo y vengas aullando a por mí. Darme la vuelta, observar las lágrimas del cachorrillo desorientado y tomarte del collar. Devolverte tu dignidad en un cigarrillo y sentarte de nuevo en el trono del villano. Compostura recuperada y tu je-ne-sais-quoi brillando de nuevo. Acercarme a tí, volverte loco y susurrarte: ¿creías que te sería tan fácil? Pondrás una vez más la sonrisa acerada del pecador y yo me alejaré sobre mis zapatos de tacón, justo a tiempo para que me devores en rebeldía y sumisión. Puede que esté enajenada de tí pero no soy tuya, querido.


Lolita ha vuelto a la ciudad de la que nunca debió marcharse y, esta vez, ella va a narrar su propia versión de los hechos.


Female.

No hay comentarios:

Publicar un comentario