miércoles, 31 de marzo de 2010

La belle dame sans merci.

Y desapareció ... como una nube de humo, como un levísimo suspiro que se escapa entre los labios.
Se fue con el viento y se llevó todos sus cuentos con ella, secuestró los recuerdos y las incogruencias y en su hatillo guardó las sonrisas y las bocas entreabiertas. LLenó su maleta de miradas y lágrimas destiladas aderezadas de inocencia y esperanza. Calzó sus pies desnudos y caminó entre la niebla, adentrándose más y más en busca de letras con las que escribir su historia. En su cabello llevaba prendidas tres estrellas y su traje de pasiones era lo único que cubría su cuerpo. Bebió de un trago el crisol de canciones y destapó la lata con todos los rostros aún por conocer, trazó en un mapa de barro los senderos vírgenes y tomando una inmensa bocanada de besos comenzó a disolverse en el aire. Decidió que, al menos por esta vez, no debía decir Adios. No confió en el tiempo ni en el espacio, ni escribió promesas de algodón. Tomó la decisión de no fijarse metas y dejarse llevar y, bajo la complicidad de la Luna, se marchó.


No se despidió de nadie, pero cuando el Sol amaneció tras las cortinas, ella ya no estaba allí.


Jamás se supo a dónde se había marchado, quizás nadie extrañó su ausencia. Probablemente nunca la buscaron pero dejó tras de sí un imperceptible vacío, como una estela de vibrantes ondas en la superficie del agua, con sabor a vodka de botella de plástico y pétalos de flor.


Sí, ella desapareció... al reino de dónde nadie regresa jamás. Pero, ¿quién sabe? Ella nunca fue una chica convencional.






Female

lunes, 15 de marzo de 2010

Fille du vent et du soleil.

Hija del viento y del sol. Cimbreantes las caderas que son costas lamidas por las olas del mar, se retuerce en su baile como las llamas en la hoguera alrededor de la cual está danzando. Ninfa en la frontera entre la niñez y la edad adulta, caminando sobre la línea en armonioso y vivaz zig-zag. El cabello negro y despeinado por la brisa estival como un velo de sicalipsis cayendo sobre sus hombros tan maquiavélica como aleatoriamente. Muchacha de falda descarada que se mueve discordante al ritmo del golpeteo de sus talones descalzos en la blanca arena de la playa. Gira y gira con la elegancia sensual de las panteras mas con la sonrisa inocente de una criatura que sencillamente juega. Todos los hombres de la isla se sientan alrededor del fuego a contemplar el insolente y pecaminoso movimiento de su pecho bajo el corpiño y ven nacer, con la fricción de sus muslos, todos sus infiernos. Aroma de canela y pimienta, con una flor prendida en el cabello, asesina la existencia. Como moscas a la miel y hombres a la carne, se deleitan los jóvenes acompañando con sus palmas el espectáculo carnal, bajo la luz de una luna que parece palidecer de puro celo. Brillan pícaros y oscuros sus ojos, embrujo y trampa para ratones que en ellos quedan por siempre encadenados. Labios rojos, color de la sangre de un corazón herido y pasional como sus propios movimientos, incitantes e indecentes proposiciones. Los muchachos embelesados se dejan seducir por sus caricias de aire. Ella les rie, les trae y les lleva, les baila el agua como Selene a Poseidón. Se deja rozar y se retira sin premeditación pero con natural alevosía, dejando sus pieles ardientes y desesperadas de su roce de frío cristal. El deseo insaciable dibuja en las mentes de todos ellos fantasías infinitas impregnadas de lujuria animal. Ella sigue girando velozmente y sus pies parecen flotar una cuarta por encima del suelo. La música llega al culmen y el pecado al éxtasis, ella hace el amor con la mirada.
Las últimas notas abandonan la guitarra española, al tiempo que su boca susurra lentamente "bé-sa-me" y sus manos recorren la sinuosa silueta de su figura adolescente.
Todos caen fulminados ante su encanto y aplauden poseídos por su hechizo de sirena.
La joven ha fijado su objetivo que la miraba en silencio desde la oscuridad, es él. El lobo que olvidó comérsela aquella noche en el bosque. Cae al suelo y gatea felina hacia uno de los chicos de la primera fila, melosa le susurra la canción prohibida al oído y juguetea con sus manos de mujer fatal sobre el sudoroso y afortunado muchacho, mantiene sus ojos clavados en el lobo que comienza a enseñar los dientes reclamando lo que un día pudo ser suyo.

El lobo que no puede comerse a la oveja, la niña ha decido invertir los papeles. Al menos se camuflará con una espesa pelliza de cordero y solo él será capaz de advertir el brillo de sus dientes lobunos, dueños de mordiscos dignos de un paraíso cuyos cielos están teñidos del color de la llamas del inframundo.

Bebiste de otras fuentes hasta saciar tu sed y ahora solo quieres arañarte la garganta con sus besos de arena. Imántados y magnéticos, polos opuestos, atracción fatal. El orgullo vendó tus ojos verdes como la envidia de su tacto que era solo para tí, despréciala una vez pero nunca dos. La sentiste tuya y el interés desapareció, pero tu posesión no fue más que una ilusión mental de tu arrogante condición de hombre y al sentirla libre y apátrida como las estrellas fugaces, la anhelas más que nunca.

¿Pensabas que sería tan fácil? Te hizo caer una vez, si ella quisiera... ¿qué te hace pensar que serás capaz de evitar la caída final?




La única forma de vencer a la tentación es caer en ella... ELLA.




Female.

domingo, 14 de marzo de 2010

¿What should I do?

No soy lo suficientemente valiente como para ser odiada. Por eso me miento. Admito mi cobardía y mi culpabilidad, preparada para todo juicio. Querría ser una chica de armas tomar, una mujer fatal, una Mata-Hari llena de descaro y malas intenciones, capaz de escudarme en la hipocresía de una sociedad enferma para poder hacer lo que el cuerpo me pidiera. De hecho lo fui, lo soy y lo seré pero, por alguna extraña razón, todo es distinto contigo. Necesito el sufrimiento, el cultivo de algún dolor, para creer que me merezco lo que tomo de los otros, para darle sentido a mi propia auto-compasión. Contradicciones que buscan la felicidad en la parte más honda del lago. Llámenlo platonismo, tristes ideales, amor o gilipollez adolescente, lo que ustedes gusten. Puede que sea cierta la absurda idea de que todos terminamos por acostumbrarnos a nuestras cadenas hasta el punto de llegar a necesitarlas conteniendo nuestros instintos más primarios. Soy consciente de mi confinamiento (a)moral. Un amigo suele decir que la moral son normas básicas de comportamiento personal, el protocolo de nuestra existencia, declaraciones de principios que en caso de ser infringidos nos condenan a un desasosiego personal insalvable. Conozco otro hombre cuya declaración de principios ha sido beatificada por el colectivo de aprendices sin maestro, ir en contra de la corriente es también una forma de dejarse arrastrar por ella, ahora es apático y gris por convencimiento además de por vocación. A mí me sigue gustando releer el libro y suicidarme ante el descubrimiento de mi propia y anunciada mediocridad. Puede que siga siendo una romántica después de todo... Me levanto y les planteo millones de preguntas a mis amantes platónicos muertos, ninguno se molesta en contestarme así que decido serles terriblemente infiel y me embarco en la búsqueda de respuestas por mi cuenta. Abrazo con todos mis anhelos de aventuras un poemario anónimo e introduzco en un buscador de internet los títulos de todas mis concubinas de media noche, busco música. Sólo encuentro silencio, las voces del silencio cargadas de gritos ahogados a la altura de la tráquea, tan profundo que sólo a mí me resulta incómodo. Una quietud que no entiende de abstracción, tan material y física que puedo sentirla cerniéndose sobre mí como un manto de plomo. Aunque nos cueste, supongo que todos terminamos por asumir nuestros respectivos mutismos. Siempre he entendido el romanticismo como algo siniestro y hermoso, convencionalmente extraña, nosotros y nuestras jaulas acolchadas. En ausencia de música y respuestas, escribo en primera persona para nadie. El muro me ayudaba a dormir mejor, lo que no implica acostarme más temprano. La caída final llegó cuando mis dedos teclearon el primer "yo" en esta historia incompleta. Podría publicar tantas declaraciones de principios como jaquecas me aquejan a lo largo del día, pero no serían más que páginas en blanco.
Supongo que sigo siendo una simple muñeca. Hoy me siento la querida de todos sin serlo realmente de nadie. Soy de mentira, como tú, tengo que alejarme de tu fuego o terminaré convertida en plástico derretido, sería mejor que enmohecer en la repisa mientras te contemplo desvestir y jugar con nuevas adquisiciones. Nunca fuí una experta en aquello de preparar la escena del crimen, reclutada casi por sorpresa por las fuerzas de Venus para misiones que nunca estuvieron a mi alcance. Me vistieron de rojo, me dieron las armas y me forzaron a caminar por la linea sobre zapatos de tacón, como enseñar un pedazo de pastel a un muerto de hambre. Me encanta decir que solo soy feliz cuando llueve mientras exhalo el humo a la francesa y te miro con muecas seductoras como si mi corazón no se hubiera desangrado. Sabes que me vuelve loca hacerte creer que soy la fatídica y mortífera Lolita, hija de la inocencia y criada en la tierra prometida del pecado, maquillando mis decepciones con cicuta y citas de poetas bohemios.
Dejando pasar nuestras tardes de domingo como Mary y Byron a la lumbre del fuego, dibujando nuestros monstruos, discutiendo sobre la levedad del ser y la incertidumbre de la serendipia, dramas novechentistas que jamás llegaremos a comprender, mas como excelentes actores que somos, los interpretaremos con la exquisitez del más elitista teatro ambulante. Caminar por la ciudad como si toda ella fuera un enorme escenario mientras te busco, yo te daré el guión y la obra cobrará vida. Una mañana más me disfrazo de dulzura y me trago la melancolía aderezada con ron y hierbabuena al ritmo de una habanera del siglo XXI. Estoy de luto. Me pienso tragicómica, absurda y hambrienta, descubriendo mi paraiso particular en cada mordisco no dado, en cada letra de tu nombre. Detesto la rigidez de los números, cuya insolente verdad no entiende de calamidad humana. ¿Quién dijo que cuatro y cuatro resultaran ocho? El mismo que alimentó mis esperanzas e ilusiones, haciéndolas crecer hasta alcanzar el tamaño de un enorme tumor en mi cerebro que me está consumiendo. Falacias incongruentes, casi tanto como yo. Quieren demostrarme algunas cosas, yo sólo quiero perderme en el bosque con mi caperuza escarlata y que el lobo devore las comisuras de mis labios, sin previo aviso.
Te abandonaste en su oscuridad y me dejaste olvidada en la buhardilla a la que solía subir descalza, clavándome las astillas de madera en las plantas de los pies, en busca de tesoros ocultos de un pasado mejor. Hablo de mi memoria.


Una vez más, en mi demencia particular, no sé si morder, gritar, huir o llorar...

Al menos he sobrevivido.

Medio desnuda sobre mi cama, brindo con un póster de Alex Delarge alzando un vaso de leche y sonrío sorprendida ante mi propia excentricidad.







Female.

martes, 9 de marzo de 2010

La paciente de la celda 3.

Día: Pastillas roja, azul y blanca ovalada. Visita a la sala verde al fondo del pasillo (dos veces) Creo que es Martes.

Hora: Gracias a los rayos de luz que se cuelan entre las rendijas y se reflejan en las paredes blancas de mi celda acolchada calculo que el día acaba de despuntar.

Aquí dentro el tiempo cobra una dimensión diferente, lo único que me marca una leve pauta de horarios son las comidas y los tratamientos. No recuerdo mi nombre, no sé cuánto tiempo llevo aquí, ni los años que tengo, los médicos aseguran que son efectos secundarios del tratamiento y que no tengo nada por lo que preocuparme (supongo que se equivocan o no estaría aquí)
A veces, tarde en la noche, recuerdo cosas de mi pasado, imágenes que desfilan ante mí más deprisa de lo que mi subconsciente es capaz de asimilar. Cuando me duermo sueño con ellas: unos ojos negros y profundos que se ciernen sobre mí, un lobo aullando en mitad de la noche, una muchacha con un vestido rojo, un reloj... Nunca consigo reconstruirlas en mi mente y estructurarlas de modo que adquieran algún sentido para mí, me siento una intrusa en los recuerdos de un ente completamente ajeno. De todos modos, cuando aún estoy desprendiéndome del sueño y despertando en mi realidad, ellos me llevan a la sala roja y cuándo estoy de nuevo en mi cuarto ya no consigo recordar nada. El médico dice que debo olvidar, esos recuerdos son la causa de mi enfermedad y es necesario que los hagan desaparecer de mi cabeza, sea como sea. Francamente no lo entiendo,no comprendo cual es ese horrendo transtorno del que hablan, yo nunca causo problemas. Los paranoicos se encierran en sus jaulas, escribiendo cosas extrañas en las paredes y renegando de cualquiera que trate de acercarse a ellos; la psicosis de la mujer de la habitación de la derecha la hace gritar, herirse y atacar a todos los que tratan de entrar en su cuarto; el chico de la habitación de arriba tiene que estar encadenado por los fuertes impulsos pirómanos y sádicos que padece... Y yo, yo sin embargo me limito a llorar algunas noches y escribir en una libreta de papel. Sin embargo, los médicos dicen que soy la más peligrosa, que es probable que jamás recupere la cordura y vuelva a ver la luz más allá de estos muros. ¿Qué terrible experiencia me ha sumido en el estadío de la locura? ¿Por qué diablos estoy aquí? ¿Quién eras tú? Ojalá pudiese recordarlo. Esta mañana les oí hablar, ellos creen que no escucho, pero lo hago. Hablaron del chico de la celda de la izquierda, la celda 2. Él es como yo, dicen que nuestros transtornos son complementarios. Por alguna extraña razón, que escapa a mi comprensión, temen que estemos tan cerca. Discutieron y les oí gritar, unos dicen que debemos vernos y otros consideran que deberíamos estar recluidos en centros a kilómetros de distancia. Pronunciaron su nombre, aunque lo he intentado no lo recuerdo, está tapiado bajo una densa cortina que no consigo descorrer. Me gustaría conocerle. Jamás dejarán que nadie entre en mi cuarto. Recuerdo un día en que la enfermera bonita de los ojos azules (la de las pastillas cuadradas y verdes) se sentó a hablar conmigo, me encontró tranquila y mejorada (o eso dijo), yo le pregunté la razón de mi obligada cuarentena y ella me respondió dulcemente que si me permitían que alguién se quedara conmigo en el cuarto me abalanzaría sobre él buscando "sus labios" (no puedo entender a quién se refería) y al no encontrarlos devolviendo mi beso, corría el peligro de estallar de agonía y desesperación y tardar semanas (y largas sesiones de terapia cerebral) en recuperarme. ¿Qué labios son esos? ¿A quién quiero besar? Empieza a dolerme la cabeza, quizás debería descansar un rato. En seguida vendrán a buscarme, tengo miedo, hoy me espera la sala blanca. La enfermera pelirroja y rechoncha no tardará en entrar, me dirá algo dulce, me atará a la camilla y recorreremos el pasillo hablando del bien que me hará la lobotomía, mientras trata de infundarme valor inútilmente con palabras de cariño (como cada mes).




He vuelto a despertar en esta habitación, no sé cuantos días han pasado desde la última vez, gracias a este cuaderno entiendo que se debe a los efectos de la lobotomía. Me siento vacía, cansada, mareada y confortablemente insensible. Sin embargo, estoy intraquila. Vaticino la tempestad tremendamente cerca, yo... creo que me acuerdo de la primera letra de su nombre.

Por favor, dime que no eres el paciente de la celda 2. Dime que no me recuerdas.


¿Alguien más ahí fuera se siente como yo?


Esta vez la dosis ha sido superior, mi mente está en blanco.

No consigo olvidar y esto me está enloqueciendo. ¿Me recuerdas tú?




Female.