domingo, 14 de marzo de 2010

¿What should I do?

No soy lo suficientemente valiente como para ser odiada. Por eso me miento. Admito mi cobardía y mi culpabilidad, preparada para todo juicio. Querría ser una chica de armas tomar, una mujer fatal, una Mata-Hari llena de descaro y malas intenciones, capaz de escudarme en la hipocresía de una sociedad enferma para poder hacer lo que el cuerpo me pidiera. De hecho lo fui, lo soy y lo seré pero, por alguna extraña razón, todo es distinto contigo. Necesito el sufrimiento, el cultivo de algún dolor, para creer que me merezco lo que tomo de los otros, para darle sentido a mi propia auto-compasión. Contradicciones que buscan la felicidad en la parte más honda del lago. Llámenlo platonismo, tristes ideales, amor o gilipollez adolescente, lo que ustedes gusten. Puede que sea cierta la absurda idea de que todos terminamos por acostumbrarnos a nuestras cadenas hasta el punto de llegar a necesitarlas conteniendo nuestros instintos más primarios. Soy consciente de mi confinamiento (a)moral. Un amigo suele decir que la moral son normas básicas de comportamiento personal, el protocolo de nuestra existencia, declaraciones de principios que en caso de ser infringidos nos condenan a un desasosiego personal insalvable. Conozco otro hombre cuya declaración de principios ha sido beatificada por el colectivo de aprendices sin maestro, ir en contra de la corriente es también una forma de dejarse arrastrar por ella, ahora es apático y gris por convencimiento además de por vocación. A mí me sigue gustando releer el libro y suicidarme ante el descubrimiento de mi propia y anunciada mediocridad. Puede que siga siendo una romántica después de todo... Me levanto y les planteo millones de preguntas a mis amantes platónicos muertos, ninguno se molesta en contestarme así que decido serles terriblemente infiel y me embarco en la búsqueda de respuestas por mi cuenta. Abrazo con todos mis anhelos de aventuras un poemario anónimo e introduzco en un buscador de internet los títulos de todas mis concubinas de media noche, busco música. Sólo encuentro silencio, las voces del silencio cargadas de gritos ahogados a la altura de la tráquea, tan profundo que sólo a mí me resulta incómodo. Una quietud que no entiende de abstracción, tan material y física que puedo sentirla cerniéndose sobre mí como un manto de plomo. Aunque nos cueste, supongo que todos terminamos por asumir nuestros respectivos mutismos. Siempre he entendido el romanticismo como algo siniestro y hermoso, convencionalmente extraña, nosotros y nuestras jaulas acolchadas. En ausencia de música y respuestas, escribo en primera persona para nadie. El muro me ayudaba a dormir mejor, lo que no implica acostarme más temprano. La caída final llegó cuando mis dedos teclearon el primer "yo" en esta historia incompleta. Podría publicar tantas declaraciones de principios como jaquecas me aquejan a lo largo del día, pero no serían más que páginas en blanco.
Supongo que sigo siendo una simple muñeca. Hoy me siento la querida de todos sin serlo realmente de nadie. Soy de mentira, como tú, tengo que alejarme de tu fuego o terminaré convertida en plástico derretido, sería mejor que enmohecer en la repisa mientras te contemplo desvestir y jugar con nuevas adquisiciones. Nunca fuí una experta en aquello de preparar la escena del crimen, reclutada casi por sorpresa por las fuerzas de Venus para misiones que nunca estuvieron a mi alcance. Me vistieron de rojo, me dieron las armas y me forzaron a caminar por la linea sobre zapatos de tacón, como enseñar un pedazo de pastel a un muerto de hambre. Me encanta decir que solo soy feliz cuando llueve mientras exhalo el humo a la francesa y te miro con muecas seductoras como si mi corazón no se hubiera desangrado. Sabes que me vuelve loca hacerte creer que soy la fatídica y mortífera Lolita, hija de la inocencia y criada en la tierra prometida del pecado, maquillando mis decepciones con cicuta y citas de poetas bohemios.
Dejando pasar nuestras tardes de domingo como Mary y Byron a la lumbre del fuego, dibujando nuestros monstruos, discutiendo sobre la levedad del ser y la incertidumbre de la serendipia, dramas novechentistas que jamás llegaremos a comprender, mas como excelentes actores que somos, los interpretaremos con la exquisitez del más elitista teatro ambulante. Caminar por la ciudad como si toda ella fuera un enorme escenario mientras te busco, yo te daré el guión y la obra cobrará vida. Una mañana más me disfrazo de dulzura y me trago la melancolía aderezada con ron y hierbabuena al ritmo de una habanera del siglo XXI. Estoy de luto. Me pienso tragicómica, absurda y hambrienta, descubriendo mi paraiso particular en cada mordisco no dado, en cada letra de tu nombre. Detesto la rigidez de los números, cuya insolente verdad no entiende de calamidad humana. ¿Quién dijo que cuatro y cuatro resultaran ocho? El mismo que alimentó mis esperanzas e ilusiones, haciéndolas crecer hasta alcanzar el tamaño de un enorme tumor en mi cerebro que me está consumiendo. Falacias incongruentes, casi tanto como yo. Quieren demostrarme algunas cosas, yo sólo quiero perderme en el bosque con mi caperuza escarlata y que el lobo devore las comisuras de mis labios, sin previo aviso.
Te abandonaste en su oscuridad y me dejaste olvidada en la buhardilla a la que solía subir descalza, clavándome las astillas de madera en las plantas de los pies, en busca de tesoros ocultos de un pasado mejor. Hablo de mi memoria.


Una vez más, en mi demencia particular, no sé si morder, gritar, huir o llorar...

Al menos he sobrevivido.

Medio desnuda sobre mi cama, brindo con un póster de Alex Delarge alzando un vaso de leche y sonrío sorprendida ante mi propia excentricidad.







Female.

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