jueves, 2 de diciembre de 2010

Oda barroca a las putas de Bukowski.

¿Qué alma dulce doncella, antaño virginal y bella, carece de defectos? Dime qué pura ánima ha secuestrado en su inmaculada perfección toda tu virtud.
Hermosa ninfa elefantina que hoy resurges de tu estancia en el infierno y te ves de nuevo bañada por la cálida luz de la bucólica paz originada del tormento caduco, relátame de tus labios corintos la orgía de maravillas del bribón que asesinó tu virginidad inocente.
Enfant-terrible que embriagó tu núbil espíritu con sus besos de espirituosa absenta, imbuyéndote en oníricas borracheras, paso a paso, a la decadencia de tu ser.
Descenso dantesco al inframundo de la miseria humana ¡Mi apolínea Beatriz! ¡Eurídice de mis anhelos! Presa del irracional carcelero de sentimientos de un amor ferviente y entregado que anestesió la razón instintiva de la supervivencia, guiándote en tu sacrificio, tortura votiva.
Él, hijo maldito de perdición, encanto byroniano emboscando la tortuosa esencia de Rimbaud. ¿Dónde reposaba él su opiácea conciencia mientras tú, mi enajenada dulzura, asistías al lento y vertiginoso suicidio de tu existencia?
No acudió raudo y fiero como leal amante a tu afónico auxilio, observó impertérrito y hastiado la sangría asesina de tu cándida ilusión. La armadura acerada de aúrea fascinación que edificaba tu aduladora mirada sobre su magnánimo genio ardió junto con la precaria escalinata que te condujo al estadío de la autodestrucción activa en ausencia del salvador a quien obsequiaste con tu propia vida.
Lamento en balde por las marchitas flores del mal que ornamentan la lápida marfileña de la tumba del gran hombre. Fieles rosas, encandiladas violetas, ¿la habéis encontrado amarga, la belleza?
Renazcas en la más salvaje libertad de las cenizas del cruel deseo que te hizo esclava de tu diablo refulgente cual ángel de bondad.
Pintó tu efigie de bermellón eterno, sembró de cicatrices los efluvios de tus misterios, poseyó tu tierna mente y tu corruptible seno, mi candorosa sílfide de alas quebradas, ¿qué presentes preciados arrebató para siempre, sin atesorar si no malgastarlos, tu fatídico y pérfido objeto de pasión cristalina y devota?
Ofelia mía de esplendorosa belleza descosida, requiem por el ser perdido, súplica de oportunidades no-natas, reniega de la adicción injusta y vetusta a la cicuta de su beodo simiente.
Sálvate tú, pues jamás él acudirá a tu agónico socorro.
Ámate tú, pues no es a tí a quien llora la ponzoña de su frágil corazón acorazado.
Cuéntame en verso sufrido los horrores del malherido amor muerto antes ya de haber nacido, reciprocidad ausente y caprichosa, beldad crucificada en retazos de su olvido.
Quiérete tú, mi convaleciente venus empapada de insalváble dolor platónico. Quiérete tú, que yo lo haré contigo.






Female.

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