lunes, 8 de noviembre de 2010

Seres sin reflejo.

En ocasiones, lo que nos rodea es una suerte de campo magnético idéntico al que ostenta orgulloso el resto de la población. Llamádlo halo o sencillamente personalidad antisocial, yo prefiero no llamarlo, quizás así consiga mantenerlo alejado de mí. Ni me enorgullezco, ni me avergüenzo, sólo una característica más dentro de los adjetivos de una descripción que nunca me esfuerzo en concretar debido a lo efímero de su validez. La certeza de saber que por muy clara que sea mi exposición no podrán jamás entenderlo me hace preguntarme si, quizás, no sea mío el problema en lugar de suyo. Tratar de poner en palabras sensaciones y sentimientos es cohartarlos hasta límites casi ofensivos con la única finalidad de encontrar compresión o alivio en cualquier otro ser humano. No podemos entendernos, realmente es imposible, somos capaces únicamente de identificar lo que nos describen con experiencias propias de tinte más o menos similar y dejar que nuestra empatía haga el resto. Buscamos la exclusividad de lo nuestro, aquello que nos recuerde que somos únicos y decisivos, sin embargo, más a menudo de lo que tal vez nos gustaría recurrimos a las generalizaciones y necesitamos sentirnos identificados con otros, encontrar en ellos un espejo que nos ayude a sobreponernos. El ser humano es contradictorio. Necesito soledad, una inyección que me sede y me obligue a dormir, yo y mis fantasmas, hasta que el mundo haya dejado de ser un territorio deshumanizado y extraño para mí. Pido soledad porque así me siento acompañada, echar de menos algo implica idealizarlo y ansiarlo, una vez que lo obtienes suele decepcionarte y pasar desapercibido en el torbellino de lo cotidiano. Quiero estar recluída conmigo misma porque anhelo teneros de nuevo, sentiros cerca de mí como antaño, quiero necesitaros con letras mayúsculas. Esa necesidad es una realidad que, día tras día, me impulsa a rechazar la monotonía y convertirme en algún personaje secundario de cine negro. Mi mente sigue alejándose de manera subconsciente, la metáfora del globo de helio que se aleja dentro del cielo infinito evadiendo mis saltos. Estoy aburrida, agotada de buscar en los demás lo que no puedo llenar por mí misma, cansada de repetir una y otra vez los mismos patrones, noche tras noche. Tratar de ser feliz en soledad es arduo y poco satisfactorio, soy un ser social aunque no sepa cómo serlo. Envidio a los personajes fílmicos que, únicamente siendo nombrados, sin ser siquiera necesaria su presencia, se nos quedan grabados a fuego en la mente. No sé deslizarme dentro de vosotros, aquellos que me desnudan olvidan guardarse mis ropas. No soy un recuerdo, soy un pasado sin presente a sus espaldas. Pensaba que mirábais sin ver cuando la única verdad es que no hay dónde mirar. Creo que sólo tú podrías fingir entenderme sin pretenderlo, supongo que por eso escribo esto ahora, cuando no hay nadie que pueda reflejar mi mirada. A fin de cuentas, son solo relatos de una polilla encerrada en tu armario dispuesta a dejarse cegar por cualquier bombilla luminiscente que termine por calcinarla. Historia de cuatros paredes y dos alas grises que no se atreven a volar sin un compañero que, al menos, se interese por conocer sus miedos. Eternos viajes suicidas que no terminan de comenzar en el microcosmos de una habitación.




Female.

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