domingo, 6 de junio de 2010

Despeinada.

Corre, huye, bésame, quiero más... ¿Se puede saber qué diablos nos pasa? ¿Qué diantres ocurre con nosotros dos? ¿Quién juega con quién? ¿Por qué siento que voy ganando cuando en realidad todo apunta a que pierdo? Creo que te estoy volviendo loco y sé que te gusta.

Anoche llegué a casa en modo automático, mi subconsciente aún conserva vestigios de lo que debió ser el instinto primario de supervivencia. Mis pies se dirigían hacia la escena de un crimen aún por cometer mientras el resto de mi cuerpo era acariciado por los látigos de tus palabras. Mi piel estaba helada mientras mi interior ardía, mis pecados tatuados por tu lengua se escurrían bajo mi falda adentrándose más y más en mi interior con cada paso. Caminando como en trance, siendo deliciosamente violada por mi mente en medio de las calles semivacias, desnuda bajo mi ropa. Éxtasis frenético de alcohol en sangre, de mi naturaleza sucia a la perfección sórdida en una copa de más. Abrir los ojos en un apenas audible gemido, explosionando en mi interior, y encontrarme en la cama. Mi disfraz yaciendo muerto de placer en el suelo. Las sábanas se enredan a mi pecho, ciñendose a mi figura como una segunda piel, la tuya. Una serpiente en medio del asfalto, empapada de alquitrán, arrastrando sus escamas, anudándose a tus pies hasta cortar la circulación. Como Lucy, en el cielo y refulgiendo perlada de tus diamantes. Te encontré en el humo de la habitación, me relamí a cámara lenta, saborée mi boca. Naufragué en tus fluidos. Embalsamada con tu lengua hasta desgastar mis huesos. Una muerte diminuta y toneladas de arena. Y ni siquiera estabas allí. Me expiaré en tu tortura.

La próxima vez, acompáñame a jugar.

Revelaciones rojas: Quiero hacer cosas realmente malas contigo.

Despeinada.

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