lunes, 28 de mayo de 2012

R-expirar.

Inspirar: los violines armonizan la escena, un crescendo explota en mi caja torácica. Espirar: la guitarra rasguea dulces lágrimas que caen en cascada bajo mis párpados. Respirar. Romper el marco de la foto espacio-temporal que nos tiene secuestrados en el miedo. Vislumbro una pequeña puertecita creciendo en mi pecho, color granate oscuro con un cerrojo antiguo. Imagino que una ninfa infantil, vestida de blanco y sentida de negro, avanza danzando entre la selva de recuerdos, huyendo de los tigres y las serpientes que hacen de su ropa jirones. La llave está rota, brillando en su cuello como una gota de rocío. Consigue ver cada vez con mayor nitidez esa pequeña puertecita que duerme en mi pecho pero aún es incapaz de advertir que sólo ella podrá abrirla. El camino se hace bajo sus pies descalzos, sin dirección alguna, adelante y atrás. Sabe que está perdida pero olvida observar los indicadores a ambos lados del sendero. Asfixia. Yo soy esa niña que busque la puerta dentro de su propia mente. Quizás sepa que tengo la llave, quizás sepa que estoy obviando las señales del mapa. Todas las ilusiones son luciérnagas de cristal que estallan con los chillidos de las quimeras. Ser la parte y el todo. El laberinto y el preso. La cerradura y la llave. Aquella que busca y la que esconde. Víctima y verdugo. Nadando dulcemente entre los límites de la percepción el océano se vuelve bravío. La niña flota a la deriva y mis olas le roban el aire, robándole su oxígeno. Inspirar: armonías que sacuden cada célula de mi organismo. Espirar: llantos lejanos que escucho y enjuago mientras la niña se ahoga. ¿Cómo fiarse de aquél que quiere hacer de la vida ajena un sendero de rosas si sólo sabe caminar por las espinas que coloca? La niña que ama a los árboles y las estaciones destrozando cada uno de sus rincones. Hipoxia cerebral. Sigue luchando por el mundo pequeña, que yo voy a complicarte la existencia. Female.

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