lunes, 5 de marzo de 2012

La princesa de la boca de fresa.

Cuando era niña, me leían un poema que versaba sobre una hermosa princesa en su palacio de oro y marfil de cuya boca de fresa se escapaban continuos suspiros que anunciaban que no era feliz. Yo también voy a hablaros de una princesa, una princesa antimonárquica y sin reino; que aunque, aparentemente, no tenía motivos para no sonreír también suspiraba desde sus labios, a veces dulces y otras, amargos. Ambas princesas deseaban escapar de sus cárceles y convertirse en pájaros, mariposas de medianoche, para vagar en libertad por el cielo y encontrar aquél lugar al que sus almas querían fugarse en cada suspiro. El antiguo poeta hablaba de hadas madrinas y caballeros aguerridos que vienen a encender su boca con besos de amor. La princesa que yo conozco no tiene los ojos de zafiro, ni la piel de mármol ni el cabello de oro, pero tampoco busca un Príncipe Azul. Es una princesa guerrillera de ninguna parte, que ha perdido la risa, ha perdido el color, buscando su reflejo en la muchacha de la mirada verde. Princesa desheredada que no teme a la muerte, que no quiere tules ni gasas, ni diamantes ni aves foráneas. Princesa de boca que grita y muerde, reina de los abandonados, bandida sin suerte, recluida en su palacio soñando con un barco que la lleve al infinito abrazo de su muchacha de mirada verde. Y la llaman princesa y le pintan la boca de fresa, la corona le pesa y su brillo palidece. Vuela surcando los cielos en su buque de sueños, imaginando trincheras dónde el reino no tiene fronteras si no son flores y dónde sólo son los corazones los que entienden de amores.
La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa? Ven corriendo a salvarla que se le marchitan las alas y la ausencia le pesa. Por cada suspiro, un beso y una promesa.


La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?



Female.

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